Aprender a detectar el "ruido de fondo" en tu vida es una de las grandes herramientas del Coaching para tu vida.
Escribo esta entrada el 2 de enero de 2024, recién llegada del tradicional viaje que hacemos todos los años para pasar Fin de Año y Año Nuevo con mi familia en San Bernardo. Algo que me encanta de pasar esta fiesta con mi familia es que tenemos la tendencia de hacer almuerzos que llamamos "maratónicos" -empezamos a la hora del almuerzo y nos vamos con la caída del sol, lo cual, del lado Sur del planeta puede prolongarse hasta aproximadamente las 19:00 porque estamos en verano.
Precisamente porque estamos en verano, las temperaturas nos invitan -o nos obligan- a tener ventanas abiertas y tener prendido algún que otro ventilador. Y así fue como un ventilador me recordó una gran pregunta que parecía haber quedado en el olvido: ¿cuán acostumbrada estoy a la incomodidad que ni siquiera registro que está ahí?
Resulta que alrededor de las 5 de la tarde, ya pasadas las confituras del postre, transcurridas algunas siestas y promediando los "pan dulces" y junto con ellos el espíritu de la reunión, en una punta de la mesa empezó un partido de truco. En Argentina, el truco es nuestro juego de naipes más popular, que puede llegar a despertar pasiones de similar intensidad a las que despierta el fútbol. Para ser justa, creo que somos bastante pasionales como sociedad, y así vivimos hasta un simple partido de truco. En fin, a medida que avanzaban las manos, el volumen de las vociferaciones de los participantes iba in crescendo, lo cual interfería con las conversaciones y la paz que queríamos experimentar quienes estabamos a la otra punta de la mesa.
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Esto generaba que, ante cada vociferación del tipo "¡Real Envido!" en un extremo, el otro extremo emitiese interjecciones que a las claras demostraban cierto malestar. Así estuvimos hasta que, en determinado momento, alguien dijo "estoy teniendo frío" y ahí nos dimos cuenta...
Pequeño, escondidito en un rincón, negro, tan imperceptible como, en apariencia, inofensivo y con un sonido tan sutil pero constante, estaba el ventilador. Hasta que Mary no dijo "estoy teniendo frío" no lo habíamos notado. En ese momento, mi mamá se levantó, caminó hasta él y lo apagó.
Fue mágico.
De forma inmediata, un silencio atronador invadió el quincho por completo. A pesar de que el bullicio producido por los 4 que jugaban al truco seguía en pleno apogeo, de repente, el griterío ya no molestaba tanto.
Y recordé la clase de mi formación en Coaching cuando me hicieron sostener un objeto en la mano durante todo el encuentro (que duraba 4 horas). Estamos rodeadas, rodeados, de microincomodidades a las que nos vamos acomodando -incluso llegamos al punto de jactarnos de la capacidad de adaptabilidad y "aguante" que tenemos. Y no nos damos cuenta de cómo esas pequeñas incomodidades se convierten en el ruido de fondo de nuestras vidas, y del alto impacto que tienen en nuestro estado de ánimo, en nuestras relaciones y elecciones.
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A tal punto naturalizamos la incomodidad que poquito a poco se va convirtiendo en nuestra incómoda zona de confort. Valga el oxímoron para ilustrar esa zona que a veces se siente como unos zapatos que nos van quedando chicos pero que, como los tenemos hace muchos años, o son elegantes, o nos los regalaron con cariño, o "ya los amoldamos", no queremos soltar. Caminaremos incómodas, el dedo gordo empujará al de al lado, nos saldrán ampollas, pero dar de baja nuestros zapatos adorados... jamás!
Lo mismo ocurre con nuestras creencias, con los juicios que venimos acarreando desde quién sabe cuándo y a quién se los habremos comprado, vínculos que no nos hacen bien y sostenemos porque los forjamos hace mucho tiempo o por temor a quedarnos solas, un trabajo en el que ya no podemos crecer pero que, por el motivo que sea, no abandonamos, apegos que nos esclavizan pero que no nos animamos a cortar de cuajo. Todo esto impacta de una u otra forma en nuestra manera de habitar el mundo.
Esa tarde en el quincho, en el almuerzo maratónico familiar, creíamos que el problema era que los del truco gritaban. Pero el ventilador me recordó que a veces la solución no está en modificar lo que está en la superficie, eso que es evidente a simple vista, sino que la verdadera clave, está en apagar el ruido de fondo.
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Que en este 2024 sigamos desarrollando la profundidad de la mirada para "ver más allá de lo evidente", ser cada vez más libres y andar cada vez más livianas.
Mucho amor,
Lucre
Escuchá el podcast que acompaña esta nota en el enlace a continuación.
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