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La Ceremonia de la Vida

Foto del escritor: Lucre RicchezzaLucre Ricchezza

Actualizado: 3 may 2024



La vida es esto, este instante que está pasando. Es esta seguidilla minuto a minuto, es lo que está ocurriendo en este preciso momento, mientras paseas tus ojos por estas líneas. Por muchas vueltas que le demos, ya sea dura y difícil o alegre y extraordinaria, la experiencia de la vida nos pertenece. Y es ese darnos cuenta de que nos pertenece, lo que nos reclama que nos adueñemos de la misma al tiempo que nos otorga la libertad de experimentarla de la manera que elijamos.


Es cierto que las circunstancias no son las mismas para todos y que a veces parece que la realidad recae el doble sobre los hombros, el cuerpo y el corazón, pero con pequeños cambios en nuestra forma de abordar los hechos cotidianos podemos generar cambios en nuestra percepción que modifiquen sustancialmente nuestra forma de experimentar la vida.


Hoy voy a centrarme particularmente en dos situaciones del día a día que desde hace un tiempo fui moldeando, a veces sin querer y otras poniéndole toda mi voluntad, de forma tal que se convirtieron en pequeños rituales de autocuidado y de celebración de la vida.


La primera situación se da dos veces al día, se trata del almuerzo y de la cena. Buscando la raíz de esta "ceremonialización" de las comidas, me doy cuenta de que ha sido el resultado de muchas micro-historias de mi vida. Cuando era chica, mi mamá hizo un curso de ceremonial y protocolo y gracias a ella comencé a apreciar la belleza de una mesa dispuesta con atención y cuidado. Comprendí que la simple acción de apoyar los cubiertos a cada lado del plato, implica mucho más que una cuestión utilitaria, es darle un toque de cariño a la mesa y a quien vaya a sentarse a ella, incluso cuando yo fuera la única invitada. Más adelante, tuve la suerte de cumplir mi sueño de ser camarera, donde me enamoré de la sensación de contribuir a que desde una persona sola a familias enteras pudieran disfrutar de esos encuentros que nutren en aspectos que van más allá de la comida. Supongo que también contribuyó a la ritualización el tiempo en que viví sola. En ese entonces, el momento de sentarme a la mesa conmigo misma a veces se volvía un espejo muy duro. Sin embargo, incluso en esos momentos, cumplía con mi ritual de "poner la mesa". Me esmeraba por cocinarme platos variados y sustanciosos que decoraba con especias de colores y fue así que comprendí que cocinar para uno mismo es el gesto de amor más grande que existe. Y desde entonces, no importa cuán apurada esté o los millones de pensamientos que atiborren mi mente, ya sea que duren 10 minutos, 20 o una hora, el almuerzo y la cena son mis amadas ceremonias.


Y es por esto que recomiendo enfáticamente que cuidemos de estos dos rituales; que antes de tomar los cubiertos y zambullirnos en la comida, tomemos unos segundos para respirar hondo y entrar en modo "voy a consumir mi alimento". De hecho, muchas religiones tienen la costumbre de rezar y agradecer antes del primer bocado, si no tenemos el hábito religioso hoy en día podemos demostrar lo mucho que apreciamos y celebramos nuestro plato sacándole una foto, y a mí personalmente me gusta acercarme para percibir los olores y decir una y otra vez lo rica que está la comida. Otro aspecto para tener en cuenta a la hora de comer es cómo nos sentimos, cómo estamos física, mental y emocionalmente. Es muy importante que aproveches ese "respirar hondo" del que hablamos recién para escanearte y tomarte el tiempo que necesites para bajar unos cambios (respirando conscientemente unas 4 o 5 veces te vas a dar cuenta de que se genera un cambio enorme en tu estado). Recordá que a veces no es lo que comemos lo que nos cae mal, sino cómo fue el proceso de integrarlo en nuestro cuerpo. Esto nos lleva al último aspecto a tener en cuenta, que no por ser el último es el de menor importancia. Se trata del tipo de conversaciones que traemos a la mesa. Si bien para muchas familias es el punto de encuentro después de un largo día, es importante que nuestra mente y atención estén enfocados en la ingesta de los alimentos más que en el recuento de las situaciones y emociones que atravesamos a lo largo del día, en los planes que tenemos para el futuro o en lo que sea que nos proponga como tema de charla la televisión.


Al principio de este artículo te conté que son dos las situaciones que he ido "ceremonializando". Una es la que te acabo de contar, que abarca el almuerzo y la cena. La otra es el té. La realidad es que a mí mucho el té en sí no me gusta. Lo que me gusta es el momento de prepararme el té y tomármelo. Hay algo especial en el proceso, una sensación de calidez que reconforta el alma en cada paso que va desde prepararme la tetera, elegir el saquito o las hebras, poner la mesa con el posa-tetera y el posa-taza (que meticulosamente me tejí a crochet para tal fin) y disponerme con total deliberación a esperar a que se enfríe (porque muy caliente no me gusta), para finalmente tomármelo. A veces me lo termino tomando helado, pero no importa, porque el calor lo incorporé a través del rito, porque es más importante el medio que el fin en sí mismo.


Porque la vida es esto. Y la experiencia de la vida está en el medio, no en el fin. Te invito a que observes qué ceremonias tenés o qué situaciones podrías "ceremonializar" en tu vida. Y te propongo que lo hagas, que hagas de tu día a día una celebración y que le des a esos momentos automatizados que terminan pasando como trámites mínimos la magnitud de la que son dignos.


Porque la vida es esto. Ni más ni menos que esto. Y depende de tu consciencia transfomarla en una experiencia extraordinaria.



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