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La máquina del tiempo y el espacio

Foto del escritor: Lucre RicchezzaLucre Ricchezza

Actualizado: 21 may 2021

Siempre pensé que si pudiera tener un superpoder, elegiría tener la capacidad de teletransportarme en el tiempo y el espacio. Pero con el tiempo me dí cuenta de que toda la vida tuve la máquina para hacerlo en la comodidad de mi baño.


¿Cuánta gente metés con vos en la ducha? Si sos como yo, seguramente lleves con vos una interminable galería de los más variados personajes. Basta con cruzar el umbral mágico que sería la cortina que separa la bañera del resto del baño para que el viaje y el desfile comiencen.

No importa de qué se trate. Ya sea una conversación que tuve la semana pasada en el trabajo (o hace un mes o incluso un año), planificar el fin de semana o la próxima clase que tenga que armar a mis alumnos, la Red Neuronal por Defecto de mi maravillosa mente se activa y me transporta automáticamente en el continuum espacio-tiempo para llevar mi atención a cualquier lugar, menos a lo que estoy haciendo: bañarme.

Sea como fuere, el baño siempre ha sido ese extraño cubículo que ha despertado la inspiración de grandes inventores, filósofos y científicos, por citar solo algunos ejemplos. Tomemos por caso al famoso filósofo griego Arquímedes, a quien la iluminación le llegó mientras tomaba un baño y al grito de ¡Eureka! y sin paño alguno recorrió las calles para gritar a viva voz que había encontrado la solución al dilema. En el baño es cuando nuestro pensamiento parece estar sumamente activo y creativo; una breve ducha basta para darnos el espacio en el que ensayamos soluciones posibles a problemas existentes o inventados, practicamos conversaciones con respuestas de lo más sagaces que quién sabe si algún día tendremos, rumiamos en el fango de los eventos pasados sobre los que ya nada podemos hacer, visitamos parientes y hasta viajamos por lugares conocidos o imaginados. Y de hecho, tengo que admitir que este post nació mientras me estaba dando mi más reciente baño. ¿Pero qué es lo que le da al baño ese inigualable encanto?

Definitivamente, no son los azulejos matizados, ni los patrones de las mayólicas, ni la cortina con dibujitos divertidos.

Lo que sucede es que tenemos este asunto de bañarnos tan pero tan internalizado que la mente ya no necesita esforzarse por realizarlo de manera más creativa o eficiente. Tomar una ducha es un acto tan común y recurrente que como todo hábito, la mente ha terminado automatizando. Si te preguntara cuál es la primera parte que limpias de tu cuerpo, probablemente tengas que esforzarte por recordarlo, lo que ocurre es que en tu rutina de bañado la acción de mojar el cabello, tomar el shampoo, masajear tu cuero cabelludo y enjuagarlo ocurre de manera prácticamente automática. Tu cuerpo y tu mente ya lo han hecho tantas veces que no necesitás enfocarte en desglosar cada uno de los pasos.

Sin embargo, el baño puede transformarse en una muy buena oportunidad para trabajar la atención plena y practicar estar aquí y ahora, viviendo en el momento presente. A veces pareciera que pasamos por la vida sin notar ni apreciar las maravillas que nos rodean a diario. Por eso te propongo que la próxima vez que te vayas a bañar, vayas desglosando el camino que vas andando, podés notar con qué pierna entrás a la ducha, cuál es la parte de tu cuerpo que reacciona al encuentro con el agua, experimentar esa sensación de alegría, confort e inmensa gratitud con el inventor del agua corriente cuando encontrás la temperatura justa, observar qué lavás primero, si la cabeza el cuerpo, por cuál parte empezás y qué orden vas siguiendo. La mente, como siempre va a mandarte pensamientos, y está bien, es su trabajo, pero trabajando la atención plena podemos traerla de a ratos para que descanse, se enfoque en el presente, nos permita ser y estar en el instante que nos convoca y disfrutar conscientemente de un momento tan esperado como es el baño.




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